Cherreads

Chapter 38 - Coraje Fragil

Podía escuchar los gritos de las personas, corriendo y atrapadas entre escombros. Terror. Miedo. Agonía.

No sabía qué estaba ocurriendo. Estaba asustado.

De un momento a otro, todas las estructuras comenzaron a caer a pedazos. Los temblores se intensificaron.

—¿¡Qué es lo que ocurre!? —pregunté, agitado, con el pecho apretándome como si intentara sofocar mis propios latidos.

—¡Nos atacan! —gritó el guardia que nos guiaba, alzando la voz sobre las explosiones y el estrépito de los edificios colapsando—. ¡Fue un ataque repentino!

—¿¡Qué!?

¿Era por eso por lo que sentía tanto peligro desde antes? ¿Era por eso por lo que vi sangre en el suelo y no me atreví a cuestionarla en voz alta?

—¡Tenemos que llegar con el rey cuanto antes!

Lo sabía. No necesitaba que me lo dijeran. El paso debía acelerarse. La situación era inestable. Peligrosa. Volátil.

Isolde parecía tener más miedo que yo, aunque no me engañaba. Yo también estaba asustado. Solo que lo disimulaba mejor. Ella apretaba mi mano con tanta fuerza que por un momento creí que buscaba clavarse en la realidad.

Gareth y Leonard se adelantaban, esquivando los escombros con la desesperación de quien ha dejado de pensar. Alicia corría demasiado pegada al guardia, como si eso fuera a salvarla de lo inevitable.

Entonces, de la nada, otro guardia apareció. Y con él, un hombre en una túnica oscura. Estaban peleando. Chocaban sus espadas y puños. Ninguno parecía tener un arma clara. Una escena fuera de lugar. Brutal. Instintiva.

—¡Muévanse! —el guardia que nos guiaba gritó, comenzando a correr hacia la derecha. Su voz cargaba urgencia, sí, pero también la frustración de quien sabe que está guiando a ovejas en una tormenta eléctrica.

Lo seguimos, esquivando escombros, sin tiempo para dudar. Sin margen para el error.

—¡Agh! —Un grito. Luego, una fuerza jalándome el cuerpo hacia atrás. Por instinto me gire. Isolde estaba en el suelo.

—¡Issy! —Pero el tiempo se detuvo.

No la había mirado en todo el trayecto. No con atención real. Y ahora la veía. Llorando. Temblando. No era el dolor lo que la quebraba. Era el miedo. Crudo. Absoluto. Irracional.

Y más allá del miedo que me imponía todo lo que colapsaba a mi alrededor… sentí algo más temible aún: el miedo de perderla.

Mi cuerpo temblaba. Pero mis piernas, rebeldes, no esperaron instrucciones. Me acerqué. El corazón latía en mi garganta.

—¡Issy, ¿estás bien?! —pregunté, agachándome sin pensar en la tela rota de mis pantalones.

—Mi pierna… duele. Se dobló —dijo, con la voz apagada, casi sin aire.

—Bien. Espera.

Me acerqué a su pierna, levantando el pantalón. Sangraba. El tobillo parecía desgarrado, como si alguien lo hubiera abierto a cuchilladas. O como si el destino hubiera decidido cortarla del resto del mundo.

Usé Syrix para curarla. El proceso era lento. Demasiado lento. Demasiado.

—¡Lucy, muévete!

¿Eh?

Levanté la mirada, un reflejo. Tonto, lo admito. Una piedra venía hacia mí. No alcancé a reaccionar. No había forma. Pero se rompió. Justo antes del impacto.

—¿Están bien? —Leonard llegó corriendo. Su tono no era de alivio. Era de verificación táctica. Miró el pie de Isolde—. ¡Oh! Eso sí que debe doler…

—¿Qué sucede? Tenemos que irnos, levántense… Ah… mierda —Gareth también se acercó.

—¿Me cubren? Me tomará algo de tiempo curarla por completo… —Mi voz sonó asustada. Casi rota. No me gustaba escucharme así. Pero era real.

—Sí. Pero tienes que apresurarte. El edificio detrás de nosotros no durará mucho —dijo Leonard, sacando su ballesta y posicionándose. Gareth no habló. Simplemente tomó un trozo de madera. Silencio más útil que mil palabras.

Me concentré en la herida. Una mano sobre la pierna. Isolde lloraba, pero ya no sabía si por el dolor o por la impotencia.

El desastre no cesaba. Ahora todo se venía abajo. Las explosiones aumentaban.

Y entonces, una ola de electricidad devoró parte de la estructura a nuestra derecha.

Leonard y Gareth abrieron paso entre los escombros. Yo seguía ahí. Curando. En mi propio rincón del caos.

—Calma, Issy. Ya casi termino —murmuré, no sé si para consolarla a ella o mantener mi cordura.

Ella no respondió.

—¡Lucius, date prisa, la estructura no va a durar más! —gritó Leonard. Vi su sombra alzando las manos. ¿Intentaba detener la caída? ¿Retrasarla? Poco importaba. Estábamos contra el tiempo.

La herida casi estaba. Pero no era suficiente.

Tenía que acelerar.

Unir tejidos. Estimular regeneración. Forzar la biología. Exprimir la energía.

—¡A la mierda! —grité, poniendo mi otra mano y concentrando todo el maná que pude.

—Pero… Lucy… el maná… tú… —Isolde intentó hablar, pero el dolor la vencía.

La ignoré. No por crueldad. Por necesidad. Mi maná chispeaba, inestable. No funcionaba como debía. No importaba.

—¡Lucius!

Un crujido. La estructura cedía. Lo supe antes de verlo.

Más maná. Más presión. Ignoré los riesgos. No sabía qué haría ese maná inestable con mi cuerpo. Tal vez explotaría. Tal vez me mataría. No importaba.

La herida comenzó a cerrarse más rápido.

—¡Lucius, tenemos que irnos, corre!

—¡Listo! —grité, tomando la mano de Isolde, subiéndola a mi espalda en un movimiento fluido. Instintivo.

Usé Syrix otra vez. Control sanguíneo. Velocidad aumentada. Corrí. Gareth y Leonard a mi lado. La estructura cayó. Me rozó. Pero la esquivé.

—¡Mierda! —Jadeaba. Me dejé caer. Sudaba. Pero el respiro duró segundos. Miré alrededor. Fuego. Destrucción. Todo peor que antes —. ¿Y Alicia? —pregunté, poniéndome de pie.

—Nos dejaron. Tendremos que arreglárnoslas solos —dijo Gareth, jadeando también.

—Mierda. ¿Y adónde vamos? —Leonard sonaba molesto. Pero el tono estaba contaminado por la ansiedad. El terror que todos compartíamos.

—Issy, ¿puedes caminar? —pregunté, acercándome. Isolde estaba en el suelo. Acostada. Jadeando.

Pero ella lloraba. Otra vez.

Eso fue suficiente.

La cargué. La apreté contra mí. Como si pudiera protegerla de todo con mis brazos.

—¡Tengo miedo, Lucy! ¿Qué está ocurriendo?

No supe qué responder.

En mi vida pasada había visto horrores. Pero no este tipo de caos…

Tenía miedo.

Miré a Leonard y Gareth, buscando en ellos una decisión, una guía. Pero lo que vi fue lo mismo que sentía: miedo.

Tenía que hacer algo. Había que hacer algo.

—Vayamos por el camino más seguro —dije, poniéndome en pie y cargando a Isolde en mis brazos como si de una princesa se tratase.

—Bien. ¿Y dónde es eso? Yo solo veo destrucción —replicó Gareth mientras se acomodaba el cabello, que parecía resistirse a cualquier intento de orden.

No podía negar que tenía razón. El paisaje que nos rodeaba era un cuadro grotesco de ruina y devastación. Pero quedarse allí, indecisos, sería aún más peligroso. Debíamos movernos.

—Síganme —ordené, emprendiendo la marcha hacia un callejón, con Isolde todavía en brazos.

Sin embargo, en cuanto mis pies rozaron la entrada del angosto pasaje, una sensación escalofriante recorrió mi espalda como un alambre helado. Me detuve en seco, retrocediendo varios pasos de manera casi automática, como si algún mecanismo ancestral de supervivencia hubiese tomado el control por mí.

—Lucius, ¿qué ocurre? —preguntó Gareth, girándose hacia mí con el ceño fruncido, incapaz de comprender la causa de mi súbita reacción.

—Aléjense de ahí —dije. La voz me temblaba; el miedo era real, tangible, casi asfixiante.

—¿Lucy? —inquirió Isolde en un susurro, ladeando la cabeza mientras estrechaba con fuerza mi mano.

—¡Aléjense de ese callejón! —grité, esta vez sin espacio para el titubeo. La urgencia de mi tono fue suficiente para que Gareth y Leonard obedecieran sin necesidad de mayor explicación.

Algo, o más bien alguien, nos observaba desde la oscuridad. Peligroso. Amenazante. No necesitaba verlo; mi instinto lo afirmaba con una certeza que no podía ser ignorada.

Entonces, una voz emergió desde la penumbra:

—Ese instinto tuyo… sí que es interesante.

Una pequeña llama brotó de un encendedor, revelando apenas un par de manos en el límite de la luz.

—El señor Vritra tenía razón cuando dijo que esto no iba a funcionar. Jajaja. Pero no importa.

—¿Q-quién eres? —logré articular, aunque la respuesta ya empezaba a perfilarse en mi mente: un enemigo.

—¿Yo? —respondió la figura, alzando el encendedor hasta su rostro.

La escasa luz reveló una cicatriz cruzando su ojo izquierdo, cabello blanco que ni siquiera el resplandor anaranjado podía disimular, y unos ojos rojos que irradiaban una locura afilada, casi tangible.

—Mi nombre es Dante.

En el instante siguiente, su figura desapareció. El encendedor comenzó a caer lentamente, pero antes de que tocara el suelo, Dante ya estaba frente a mí, materializándose como una sombra grotesca. Su puño se dirigió hacia mi pecho.

No hubo tiempo para el pensamiento, solo reacción. Activé Syrix y coagulé la sangre en mi pecho, intentando mitigar el impacto.

Fui lanzado por los aires como un muñeco de trapo, rebotando entre las estructuras de piedra que nos rodeaban mientras aún sostenía a Isolde en brazos.

Cuando finalmente me detuve, noté que Gareth y Leonard ya no estaban a la vista. ¿Hasta dónde me había lanzado?

Isolde se soltó de inmediato, arrodillándose junto a mí.

—Lucy, ¿estás bien?

Tosí, escupiendo el espeso líquido carmesí que manchaba mis labios.

—Estoy bien… creo. Me duele el pecho —tosí de nuevo, expulsando aún más sangre.

—Claro que lo estás. Soy fuerte, ¿verdad? —Dante apareció nuevamente, sonriendo con ese gesto perturbador.

Me obligué a ponerme en pie, aunque mis piernas temblaban.

—¿Qué es lo que quieres de nosotros? —pregunté, llevándome la mano al pecho, sintiendo el dolor latente. A mi lado, Isolde intentaba mantener la compostura, aunque el miedo en sus ojos era evidente.

—Matarlos —respondió con una sonrisa torcida—. No te lo tomes personal. Para mi jefe, ustedes dos son demasiado peligrosos. Además, me beneficia. Pero matar niños es algo completamente inhumano. Aunque nadie sabe mejor que tú lo que es eso… ¿verdad, Hyung-Seok?

… ¿Qué?

Mis pensamientos se fragmentaron. La sorpresa se mezcló con el terror puro. Mi nombre… no el actual, sino el de mi otra vida.

¿Cómo lo sabe? ¿Quién es realmente? ¿Y si lo revela? ¿Cuántos más lo saben?

—¿Sorprendido? No lo hagas. Todas las fuerzas de Vritra sabemos quién eres, así que no deberías sorprenderte mucho. Ahora, si me permites, debo terminar contigo y tu gemela.

Dante comenzó a avanzar con absoluta confianza.

En un último impulso desesperado, me lancé hacia él, descargando un puñetazo directo a su rostro. Él lo detuvo con facilidad, atrapando mi puño en su mano como si fuera un simple objeto sin peso. Luego me estrelló contra el suelo con un solo movimiento.

Me sujetó de la cabeza, levantándome en el aire. Intenté liberarme, aferrándome a su brazo con todas mis fuerzas, pero todo intento de resistencia era inútil. Syrix se había agotado. El maná también. No me quedaba nada.

¿Es este el final? ¿Moriré otra vez? ¿Y arrastraré a Isolde conmigo?

Su mano comenzó a deslizarse hacia mi cuello, y sentí la presión mortal aproximándose.

Pero entonces, inesperadamente, me soltó.

O, mejor dicho, fue forzado a soltarme por el estruendo atronador de la escopeta de Isolde. Las balas impactaron directamente en su pecho.

---

Perspectiva de Isolde

Ver a Lucy al borde de la muerte fue como un balde de agua helada sobre mi cabeza. De golpe, volví en mí. Todo lo demás desapareció. Ese tipo, Dante, lo estaba asfixiando… y yo solo miraba. Sin hacer nada.

El miedo me caló hasta los huesos. La impotencia me dejó paralizada. Iba a morir justo frente a mí, y yo… yo simplemente lo estaba dejando. Mi mente, traicionera, comenzó a dibujar escenarios horribles. Me mostró cómo sería mi vida sin Lucy. Fue en ese instante que lo entendí. Que lo acepté. No podía quedarme de brazos cruzados. No esta vez. Yo también tenía que pelear. Tenía que hacer algo.

No podía seguir comportándome como una niña pequeña. Aunque no tuviera la misma edad mental que Lucy, eso ya no importaba. Si quería estar a su lado, tenía que madurar. Tenía que enfrentar esto.

Porque no quería que muriera. No podía dejar que muriera. Tenía que vivir. Él tenía que seguir aquí, conmigo, para siempre. Porque un mundo sin Lucy… es un mundo sin luz. Y yo… yo sería la que lo habitaría.

Tomé la escopeta de mi espalda. Respiré hondo. Canalicé maná y Syrix al mismo tiempo. Apunté. Jalé del gatillo. Las balas impactaron directo en el pecho de Dante.

Me miró.

Ni siquiera se inmutó.

Pero soltó a Lucy.

Corrí hacia él, desesperada.

—Lucy, ¿estás bien? —pregunté, mi voz saliendo atropellada.

—No… ahora sí que no estoy bien. Duele —jadeó, sujetándose el pecho. El golpe que le había dado Dante le había hecho mucho daño. Tenía que usar maná para curarlo. No podía perder más tiempo.

—El señor Vritra dijo que no serías capaz ni de hacer esto, pero parece que se equivocó —Dante hablaba como si le divirtiera todo esto, como si estuviera aguantándose las ganas de reírse—. Seguro tuviste un detonante, ¿cierto? Aunque fue… diferente. No hubo explosión de magia, ni nada. ¿Qué fue lo que ocurrió? Ah… no, déjame adivinar.

Jugaba con nosotros. Burlándose. Ni siquiera había sacado un arma para enfrentarnos. ¿Quién demonios era? ¿Por qué era tan fuerte?

—¡Ya sé! ¡Ya sé! Tu gemelo, ¿verdad? Verlo casi morir te hizo entrar en razón, hizo que decidieras enfrentarme… Debo admitir que...

Me estremecí. Su tono cambió de golpe. Frío. Aterrador.

La mano de Lucy tomó la mía. Lo sentí temblar.

—No esperaba que me atacaras de esa forma —terminó Dante, mirándome con una amenaza helada en los ojos.

Lucy se levantó, y yo lo seguí. No podíamos rendirnos ahora.

Lucy tomó la iniciativa. Se lanzó directo hacia Dante, soltando un golpe a su rostro. Yo lo seguí, desviando su mano para evitar que esquivara el puño de Lucy. El golpe impactó de lleno, con fuerza.

Pero Dante ni siquiera se movió.

—Pequeños… —dijo, con una calma perturbadora—. ¿Saben que es de mala educación golpear a sus mayores? Solo déjenme matarlos. Prometo que esta vez no dolerá en...

Se detuvo.

Vi cómo una flecha surcaba el aire directo hacia su rostro. Dante la atrapó, pero en cuanto la sostuvo en su mano, explotó.

—¡Lucius! ¡Isolde! ¿¡Están bien!? —gritó Gareth, apareciendo entre los escombros junto a Leonard.

—¿Y esto? ¿Ustedes dos?

—¿Quién es este tipo?

—¡Agh! —se quejó Lucy—. No lo sé. Pero quiere matarnos.

—¿Qué?

—¡Basta! Ahora que están aquí también ustedes dos… también los mataré.

Y desapareció. Así, de repente. Solo para reaparecer junto a Leonard.

Reaccioné instintivamente, disparando otro escopetazo. Leonard se agachó al instante y contraatacó, golpeando el estómago de Dante. Pero no… no servía de nada.

Dante ni siquiera se inmutaba.

Contraatacó con su rodilla, impactando brutalmente el abdomen de Leonard y lanzándolo hacia nosotros. Gareth actuó rápido, invocando un pico de tierra que emergió del suelo e impactó a Dante.

Pero él lo destrozó de un solo puñetazo.

—Mierda, sí que es fuerte…

Nos reincorporamos. Lucy se lanzó otra vez, esta vez con patadas. Saltó, giró su cuerpo, y su pierna impactó el hombro de Dante. Nada. Leonard disparó otra flecha; Dante la detuvo. Yo disparé otra vez, pero las balas rebotaron en su pecho. Gareth lanzó una bola de fuego, pero Dante la apagó usando magia de agua.

—¿Es todo? —preguntó, aburrido—. Ahora sí, es mi turno.

Alzó el puño. Lo vi envolver su mano en rayos negros. Justo cuando iba a golpear el suelo, algo apareció.

Un filo atravesó el aire rumbo a su rostro. Todo se distorsionó de golpe. Las estructuras y los escombros volaron por los aires.

—¡¡Dante!! —gritó alguien.

La cara de Dante sangraba por el corte. Y entonces, apareció él. Frente a nosotros. Golpeó a Dante en la quijada y lo lanzó directo al cielo.

—¿¡Papá!? —exclamé, sin poder creerlo.

—¿Están bien, Lucius, Isolde? —preguntó, agachándose y abrazándonos con fuerza.

—S-sí… algo —respondió Lucius, algo apenado.

—Será mejor que corran. Vayan con su madre, está luchando contra esa… maldita cosa.

—¿Qué? Pero…

—¡Wow! Pero si eres tú, Elías. No te veía desde… Hmm… déjame pensar… ¿diez años? —Dante flotaba en el aire. ¿Cómo lo hacía? ¿Qué demonios era?

—Niños, váyanse. Por favor. Déjenme esto a mí…

—Pero…

—Issy. Solo vamos. Hay que ir con madre.

Miré a padre. Me dolía dejarlo, pero al final asentí. Lucy miró a Gareth y Leonard; ellos asintieron.

Lucy comenzó a correr. Yo lo seguí, junto a los chicos.

—¿A dónde creen que van? —Dante apareció frente a nosotros.

Pero padre lo interceptó. Se lo llevó de inmediato a una velocidad… imposible. Inhumana.

More Chapters