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Chapter 8 - "LA GUERRA DEL TÉ"

La derrota es una maestra exigente. La humillación, una lección inolvidable. La risa de la familia Hoshino, aunque no era maliciosa, se grabó en mi memoria como un recordatorio de mi fracaso táctico. Mi "Protocolo Jardín de Invierno" había sido identificado, analizado y superado por el sujeto en su primer día de implementación. Inaceptable.

Pasé la tarde en un estado de fría furia, procesando los datos. Mi error fue fundamental: subestimé su capacidad de adaptación y la de sus aliados, concretamente, su madre. Creí que estaba jugando una partida de Go contra un solo oponente, cuando en realidad, estaba en medio de un campo de batalla con múltiples frentes.

La noche nos encontró a todos reunidos en la sala principal, alrededor del hogar. Una escena de perfecta paz doméstica que, para mí, era la calma antes de la siguiente tormenta. Shizuka cosía un nuevo forro en un guantelete de entrenamiento. Kenji y Hinata jugaban una partida de ajedrez, aunque Kenji parecía más interesado en explicarle a su hermana la teoría matemática detrás de la defensa siciliana que en ganar. Lord Ibuki y Lady Sakura hablaban en voz baja, sus cabezas juntas, compartiendo los secretos de los señores de la casa.

Y Edu... Edu queria llamar la atención de su hermana.

"Y entonces", dijo, su voz cargada de un dramatismo que capturó la atención de todos al instante, "cuando el Basilisco de las Cumbres Negras abrió sus fauces para lanzar su aliento venenoso, ¡mi padre, herido y con un solo brazo funcional, supo que solo le quedaba una opción!".

Vi cómo los ojos de Hinata-sama, que habían estado mirando el tablero de ajedrez con una expresión de educada confusión, se iluminaban y se giraban hacia Edu. La Defensa Siciliana fue olvidada al instante. Kenji suspiró, un sonido de resignación de quien ha perdido esta batalla en particular un millar de veces. La lógica no puede competir con una buena historia.

Yo también escuchaba, pero no como Hinata. Yo no escuchaba la historia; analizaba al narrador. Su uso de las pausas dramáticas, el cambio en el tono de su voz, la forma en que sus ojos brillaban al describir la acción... todo eran datos.

"...y entonces, ¡invocó un Loto de Fuego de cinco pétalos que cegó a la bestia y nos dio la oportunidad de escapar!", concluyó Edu con una floritura.

Hinata aplaudió suavemente, completamente cautivada. Era mi momento. La apertura.

Me acerqué a la mesa de ajedrez, fingiendo rellenar la taza de té de Kenji-sama.

"Es interesante, Kenji-sama", dije, mi voz lo suficientemente alta para que Edu la oyera. "La estructura del 'Loto de Fuego' es una variación del Elemento Fuego de nivel avanzado que requiere una concentración absoluta. Es casi imposible de ejecutar si el lanzador está herido, como Lord Ibuki lo estaba en esa batalla, según sus propias crónicas".

Kenji, agradecido por volver a su terreno, asintió con entusiasmo. "¡Exacto! ¡La dispersión de maná es demasiado inestable bajo estrés físico! ¡Tu punto es académicamente sólido, Azumi-san! Lo más probable es que usara la 'Llama Cegadora', una técnica mucho más simple pero efectiva".

Vi cómo la burbuja heroica de Edu se pinchaba. Hinata lo miró, confundida. Jaque.

Pero él no era un rey que se dejaba acorralar. Sonrió. Una sonrisa lenta, dirigida directamente a mí.

"Tienes razón, Azumi-san", dijo, su voz resonando en la ahora silenciosa habitación. "Mi conocimiento de la teoría mágica es pobre y mi memoria, claramente, es demasiado dramática". Se levantó y caminó hacia mí, deteniéndose a una distancia respetuosa. "Soy increíblemente afortunado de tener a una tutora tan diligente y atenta en esta casa para corregir mis errores. No sé qué haría sin tu sabiduría".

Mi corazón dio un vuelco. ¡Maldita sea!

Lo había hecho de nuevo. Tomó mi ataque intelectual, mi corrección precisa, y la convirtió en un cumplido. Un cumplido que me posicionaba como su superior, su maestra, pero que al mismo tiempo creaba una intimidad, un "nosotros" contra el mundo. Me había desarmado, no negando mi ataque, sino agradeciéndomelo.

Toda la habitación nos miraba. Lady Sakura ocultaba su sonrisa detrás de su taza de té. Lord Ibuki nos observaba con una nueva intensidad.

Sentí el calor subiendo por mi cuello, pero esta vez lo contuve. Dos podían jugar a ese juego.

"Mi sabiduría está al servicio de la Casa Hoshino, joven maestro", respondí, mi voz un témpano de profesionalidad. "Asegurarme de que su heredero no difunda imprecisiones históricas es parte de mi deber".

Incliné la cabeza y me retiré a las sombras de la habitación, mi corazón latiendo con la adrenalina del combate.

La batalla de hoy había terminado en tablas. Él ganó el enfrentamiento físico-emocional de la mañana. Yo gané el intelectual de la noche. Pero su respuesta final me dejó una pregunta inquietante.

¿Por qué, me pregunté mientras observaba su silueta recortada contra el fuego, insiste tanto en convertir nuestra guerra en un vals? ¿Qué es lo que realmente busca conquistar?

El protocolo necesitaba una nueva actualización. El objetivo del sujeto no era simplemente ganar. Era algo mucho más complejo.

Y mucho más peligroso.

Ya en la soledad de mi estudio, la palabra "gracias" de Edu resonaba en mis oídos. No era una victoria. No era una derrota. Había sido un empate, un elegante intercambio de estocadas en un duelo que se volvía más complejo con cada movimiento. Mi protocolo de defensa había fallado, pero mi nuevo protocolo de análisis estaba funcionando a pleno rendimiento. Estaba recopilando datos, aprendiendo.

Estaba tan inmersa en mis notas, desglosando la respuesta de Edu, su cambio de táctica de la empatía al halago, que no oí el suave golpe en mi puerta hasta que sonó por segunda vez.

"Adelante", dije, sorprendida. Rara vez alguien me interrumpía aquí.

La puerta se abrió y entró Kenji-sama. Llevaba uno de sus habituales tomos bajo el brazo, pero no venía a leer. Sus ojos amarillos, normalmente fijos en textos antiguos, estaban fijos en mí. Y en el cuaderno abierto sobre mi escritorio.

"Buenas noches, Azumi-san", dijo, cerrando la puerta tras de sí. "Espero no interrumpir un análisis importante".

Levanté una ceja. "¿Disculpa?".

Él se acercó a mi escritorio, su expresión completamente seria, analítica. "El coeficiente de tensión emocional en cualquier habitación en la que usted y mi hermano coinciden ha aumentado un cuarenta y siete por ciento en los últimos tres días", afirmó, como si estuviera citando un informe meteorológico. "He estado observándolo".

Me quedé en silencio, esperando.

"Llevo un tiempo notando el choque entre ustedes", continuó, su voz un murmullo de pura lógica. "No es la rivalidad física que tiene con Shizuka. No es la camaradería intelectual que tiene conmigo. Es un duelo. Un juego de ingenio con unas reglas no declaradas que ambos parecen estar escribiendo sobre la marcha. Y, debo admitir, es la ecuación más fascinante que he visto en esta casa".

Estaba atónita. Me había sentido como una espía en mi propia casa, y resulta que el estratega de la familia había estado espiándome a mí.

"Es... un ejercicio", respondí, eligiendo mis palabras con cuidado. "Un método para entender mejor las capacidades del joven maestro".

"Usted es una táctica brillante, Azumi-san", dijo él, y el cumplido, viniendo de él, se sintió como un reconocimiento profesional, no como un halago. "Pero está jugando sola contra un oponente que tiene a toda la sala de su lado por puro carisma. Sus contraataques son excelentes, pero son aislados. Necesita una estrategia a largo plazo". Hizo una pausa. "Necesita un aliado".

Lo miré, sopesando sus palabras. Su oferta. "¿Y usted, Kenji-sama? ¿Qué gana con esta... alianza?".

"Datos", respondió sin dudar. "Mi hermano es la fuerza más impredecible que conozco. Su forma de pensar no es lineal. Es un huracán de instinto, emoción y una extraña y brillante lógica propia. Protegerlo en una batalla real requiere comprenderlo. Y para comprenderlo, necesito estar más cerca de la partida que usted ha iniciado".

Extendió la mano, no para un apretón, sino como un gesto de invitación al tablero de ajedrez. "Usted tiene la percepción para desafiarlo en el campo emocional. Yo tengo la capacidad de analizar los datos de esos encuentros y diseñar la siguiente maniobra. Juntos, podemos crear una estrategia completa".

Era una oferta lógica. Irrefutable. Y exactamente lo que mi protocolo necesitaba.

"Acepto", dije.

No estrechamos las manos. Simplemente compartimos un asentimiento de mutuo entendimiento. La alianza estaba formada.

"Excelente", dijo él, su rostro iluminado por la emoción de un nuevo y complejo problema que resolver. "Mi primera recomendación: debemos reclutar a Shizuka. Necesitamos su 'presión directa' para crear las aperturas que nosotros podemos explotar".

Asentí de nuevo, mi mente ya acelerada, procesando las nuevas variables.

Kenji se fue tan silenciosamente como había llegado, dejándome sola con mi cuaderno. Lo abrí y, bajo mi última entrada, escribí un nuevo título con una caligrafía firme.

Operación: El Corazón del Huracán.

Agentes: Atalaya (A.K.), Estratega (K.H.).

Siguiente fase: Reclutamiento del Martillo de Asedio (S.I.).

El juego había cambiado. Ya no era un duelo. Era una campaña militar.

Y acababa de reclutar a mi general.

(Narrado por Kenji)

Mi nueva alianza con Azumi-san era apenas un esbozo, un plan teórico en mi cuaderno, cuando la realidad, en su forma más ruidosa y predecible, irrumpió en nuestros planes. A la mañana siguiente estábamos en el dojo, discutiendo las posibles debilidades de la "improvisación caótica" de mi hermano, cuando la puerta se abrió de golpe.

Entró Shizuka, con el rostro rojo de furia, un cucharón de madera en la mano como si fuera un cetro de guerra. Detrás de ella, caminaba mi hermano, con una expresión de inocencia tan falsa que era casi un insulto a la inteligencia.

"¡Te he dicho que dejes de 'probar' la salsa mientras la estoy reduciendo!", le espetó Shizuka, girándose para enfrentarlo. "¡Arruinas el equilibrio! ¡Años de tradición culinaria, por el desagüe!".

Edu levantó las manos. "¡Pero es que es un acto de control de calidad! ¿Cómo sabrás si es perfecta si no la prueba un paladar refinado como el mío?".

Se acercó a ella, invadiendo su espacio personal con una confianza que yo sabía que era calculada. Inclinó la cabeza, aspirando el aire cerca de ella.

"Además...", su voz se volvió un susurro suave y peligroso. "No puedo evitarlo, Shizuka-san. Todo lo que cocinas es una obra de arte. Pero creo que tu ingrediente secreto no es ninguna especia. Es la pasión que le pones a todo lo que haces". Se detuvo, sus ojos grises fijos en los de ella. "Es... adictivo".

Lo vi. El golpe directo. Vi a Shizuka congelarse por una fracción de segundo, un escalofrío recorriéndola. Vi cómo sus defensas se tambaleaban ante ese ataque de sinceridad envuelta en coqueteo. Era la misma táctica que había usado con Azumi.

Pero Shizuka era diferente. Su sistema no se colapsaba en un rubor silencioso. Su sistema... explotaba.

"¡Pues aquí tienes un poco más de 'pasión'!", rugió, y el cucharón de madera voló por el aire, directo a su cabeza.

Edu lo esquivó con una risa, el cucharón estrellándose contra un pilar. "¡Un golpe fallido!".

"¡Entonces toma este!", gritó ella, lanzándole un cojín de meditación.

Él lo atrapó. "¡Interceptado!".

Fue en medio de este caos, de esta lluvia de objetos de dojo y reprimendas, que decidí que era el momento perfecto para intervenir.

"Shizuka-san", dije, mi voz tranquila pero firme, cortando la trifulca. "Tu frustración es comprensible, pero mal dirigida. Estás usando las herramientas equivocadas".

Ambos se detuvieron para mirarme.

"Tu poder es abrumador", continué, dirigiéndome a ella. "Pero lo usas sin una estrategia. Es como intentar derribar un muro lanzándole rocas al azar. Algunas golpearán, la mayoría no". Miré a Azumi, que observaba desde la entrada, y ella asintió, dándome su apoyo silencioso. "Azumi-san y yo proponemos un nuevo protocolo de entrenamiento. Uno coordinado. Donde tu fuerza sea el golpe de un ariete, no el de una tormenta de granizo".

Edu se cruzó de brazos, una sonrisa de pura diversión en su rostro. "¿Oh? ¿Así que esto es un motín? ¡Fascinante! Están formando un comité en mi contra".

"Estamos formando un plan para darte una lección que realmente entiendas", corrigió Azumi, su voz fría y precisa uniéndose a la conversación.

Mi hermano miró a Shizuka, que aún jadeaba de rabia. "¿Y bien, Shizuka-san? ¿Aceptas? Me encantaría ver qué clase de 'jaula' pueden diseñar para mí estos dos cerebritos. ¿Te unirás a su conspiración?".

Él la estaba retando. La estaba provocando para que se uniera a nosotros. Era una psicología inversa brillante.

Shizuka lo miró a él, luego a Azumi y a mí. Vi la furia en sus ojos dar paso a una determinación calculadora. Dejó caer el cojín que se preparaba a lanzar.

"De acuerdo", gruñó, señalando a Edu con el dedo. "Jugaré a su juego. Pero que quede claro, cuando su estrategia falle, Kenji-sama, me haré a un lado y permitiré que mi 'furia' te use a ti de saco de entrenamiento". Luego, su dedo se movió hacia mi hermano. "Y tú... prepárate. La próxima vez, no voy a fallar".

Mi plan original había sido formar una alianza secreta. Pero, como siempre, Edu había tomado mi lógica y la había convertido en un juego para toda la familia. La "conspiración" ya no era una operación encubierta. Era el evento principal.

Y nuestro objetivo no solo conocía el plan; lo había aprobado con una sonrisa.

Esto iba a ser mucho más difícil, y mucho más divertido, de lo que había previsto.

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