Spider-Man se balanceó hacia el edificio de Cygnus Security, el sol poniéndose y tiñendo el cielo de naranja y púrpura. La visión era espectacular, pero Peter apenas la registró. Su sentido arácnido seguía siendo un eco lejano, y la fatiga lo estaba carcomiendo. Se posó en un tejado adyacente, sus ojos escaneando la fachada del edificio, buscando cualquier signo del Maestro de las Máquinas.
"Gwen, estoy en posición. No veo nada, pero siento... algo. Como una corriente de energía estática." Peter transmitió a través de su auricular.
"Entendido, Peter. Estoy recibiendo firmas de energía masivas dentro del edificio," la voz de Gwen sonaba nítida en su oído. "Y el flujo de datos es asombroso. Está transfiriendo algo a una velocidad increíble. ¡Tenemos que ser rápidos!"
De repente, de las ventanas del edificio, emergieron los drones de seguridad de Cygnus, ahora reconfigurados. No eran los modelos de vigilancia habituales; eran enjambres de máquinas voladoras, equipadas con brazos de agarre y láseres de corte. Eran los nuevos guardianes del Maestro de las Máquinas.
"¡Peter, docenas de ellos! ¡Vienen hacia ti!" Gwen gritó, su voz tensa. "¡Patrones de vuelo erráticos, pero concentrados! ¡Parecen estar formando una red, intentando inmovilizarte!"
Sin el beneficio de su sentido arácnido, Peter se vio obligado a confiar completamente en Gwen. "Gwen, dame indicaciones. ¿Cuál es su punto ciego? ¿Su punto más débil?"
"¡Volador a las 3 en punto! ¡Fuerte en el flanco derecho! ¡Esquiva en espiral a la izquierda! ¡Ahora!" Gwen ordenó. Peter se lanzó en una serie de giros y vueltas, evitando por poco los rayos láser.
"Su blindaje es ligero, Peter," informó Gwen. "Pero sus sistemas de evasión son ágiles. Necesitas golpearlos en un patrón. Desactiva el que tiene el sensor rojo a las 12 en punto. ¡Ahora!"
Peter disparó una telaraña precisa, golpeando el dron. La máquina se desequilibró y se estrelló. Era una coreografía: Gwen dirigiendo y Peter ejecutando, confiando ciegamente en su mente brillante.
La batalla se trasladó dentro del edificio. El Maestro de las Máquinas no era un combatiente físico, pero su ejército de robots era implacable. Peter se movía por los pasillos, guiado por la voz de Gwen, esquivando drones que intentaban derribarlo y robots humanoides que cargaban con puños de acero.
"¡Peter, un robot de clase pesada a tu derecha! ¡Blindaje de titanio! ¡No lo golpees! ¡Busca el panel de acceso en su espalda! ¡Hay un interruptor de sobrecarga manual!"
Peter siguió las instrucciones de Gwen, esquivando los golpes y, con una agilidad sorprendente para su condición, se lanzó a la espalda del robot. Encontró el panel y lo activó. El robot se detuvo, sus luces parpadearon antes de colapsar.
"¡Lo tengo, Gwen!" Peter jadeó, sintiendo la fatiga acumularse. La toxina seguía haciendo de las suyas.
"¡Excelente, Peter! ¡Pero se están reagrupando! ¡Y el Maestro de las Máquinas está en el piso de arriba, en la sala del servidor principal! ¡Necesita acceso a los datos globales de Cygnus!"
Capítulo 49: El Precio de la Colaboración
Peter ascendió por el edificio, cada salto y cada golpe le costaban más energía. Su cuerpo dolía y su sentido arácnido era apenas un susurro incomprensible. La dependencia de Gwen era total.
Llegó a la sala del servidor principal. Allí estaba él, el Maestro de las Máquinas. Un hombre delgado, envuelto en una capa negra, con una serie de lentes cibernéticos sobre sus ojos y guantes que manipulaban terminales a la velocidad del rayo. No había un traje de batalla, solo una mente brillante y un ejército robótico.
"¡Spider-Man! ¡Qué sorpresa! ¡O debería decir, qué predecible!" La voz del Maestro de las Máquinas era sintética, sin emoción. "Has desactivado a mis peones, pero no puedes detenerme. Estoy descargando el 90% de los datos de seguridad globales en este momento. Mi objetivo está casi cumplido."
De repente, una serie de robots de seguridad Cygnus, más grandes y equipados con cañones de energía, se activaron. Estaban apuntando directamente a Peter.
"¡Peter, alerta! ¡Esos son modelos de defensa internos! ¡Mucho más potentes! ¡Y están apuntando a tu bio-signatura!" La voz de Gwen estaba llena de pánico. "¡Necesitas crear una distracción, ahora! ¡Su objetivo está fijado en ti!"
Peter se lanzó a la acción, esquivando los disparos de energía que impactaban a su alrededor. Estaba abrumado. Su cuerpo no podía seguir el ritmo. Un disparo láser le rozó el hombro, quemando su traje. Cayó de rodillas, sintiendo la debilidad.
"¡Gwen, no puedo más! ¡Mis reflejos son demasiado lentos! ¡No puedo esquivar todos estos disparos!" Peter jadeó, la boca seca, los músculos ardiendo.
En el laboratorio del sótano, Gwen lo vio en la pantalla de su tableta. Peter estaba en peligro crítico. Los robots se estaban reagrupando para un disparo final. El Maestro de las Máquinas no había visto la amenaza, solo la victoria.
Gwen sabía que tenía que actuar. Y tenía que ser una decisión que Peter nunca aprobaría, una decisión que la pondría en riesgo directo, pero que era la única forma de salvarlo.
"Peter, escucha," Gwen dijo, su voz firme, aunque apenas controlaba el temblor. "No puedes hacerlo. Pero yo sí."
En cuestión de segundos, Gwen tecleó frenéticamente en su teclado. Había estado desarrollando un virus de sobrecarga de IA, diseñado para desactivar sistemas robóticos complejos. No estaba probado a gran escala, y si fallaba, podría volar todo el sistema Cygnus. Pero era la única opción.
"¡Maestro de las Máquinas, tu fuente de energía!" Gwen transmitió directamente al auricular de Peter, pero con un volumen que también saturaría la frecuencia de los auriculares del Maestro de las Máquinas, interfiriendo con sus sentidos cibernéticos. "¡Está vinculada a la red eléctrica principal! ¡Si la sobrecargas, paralizarás todo tu ejército!"
Peter, al escuchar la voz de Gwen tan fuerte y clara, supo lo que ella estaba haciendo. Lo estaba distrayendo. Y más importante, estaba exponiéndose.
El Maestro de las Máquinas se giró, furioso. "¡¿Quién eres tú?! ¡Has interferido con mi red! ¡Eso es imposible!"
"Solo alguien que juega mejor que tú," respondió Gwen con un tono desafiante. "Tu ego te hace ciego. ¡Tus robots tienen un punto de sobrecarga en su matriz de poder compartida!"
Mientras el Maestro de las Máquinas se distraía, intentando rastrear el origen de la interrupción de Gwen, ella envió el virus. El virus no atacó a Peter, sino a los sistemas internos de Cygnus Security. Lo que el Maestro de las Máquinas no sabía era que Gwen, en su investigación de Cygnus, había descubierto una vulnerabilidad en la red central de la empresa, que el Maestro de las Máquinas estaba usando como un "hub" para controlar sus drones.
El virus de Gwen no deshabilitó el robot individual. En su lugar, envió una señal de realimentación sobrecargada a la red central de Cygnus que el Maestro de las Máquinas estaba utilizando. Los robots a su alrededor, alimentados por esa misma red, comenzaron a fallar. Luces rojas parpadearon. Los cañones de energía se detuvieron. Los robots se detuvieron, inertes.
El Maestro de las Máquinas gritó de rabia y frustración. Sus lentes cibernéticos brillaron con furia. "¡Tú! ¡Vas a pagar por esto!"
Pero su plan había fallado. Los datos no se habían transferido por completo, y su ejército estaba desactivado. Peter, aunque débil, se lanzó y lo inmovilizó con una telaraña de contención reforzada.
"No, Maestro," Peter jadeó, mientras las fuerzas de seguridad de Cygnus entraban en la sala. "Tú eres quien pagará. Por subestimar el poder de una mente." Y más importante, el poder de un equipo.
Mientras Peter era ayudado por el personal de seguridad, su auricular se reactivó. La voz de Gwen era débil, pero audible. "Peter... ¿estás bien?"
"Estoy bien, Gwen. Lo logramos," Peter respondió, su voz llena de alivio y una profunda preocupación. "Pero... ¿estás a salvo? Te expusiste."
Un silencio. "Lo sé," dijo Gwen finalmente. "Fue la única forma. Tenía que salvarte."
La victoria había sido suya, pero a un costo. Gwen había salvado a Peter, pero lo había hecho arriesgándose, revelando indirectamente su intelecto al Maestro de las Máquinas (quien, si era lo suficientemente astuto, podría haber rastreado la interferencia). La conversación seria que habían pospuesto estaba ahora más que pendiente. El equilibrio que buscaban era cada vez más precario.