Prólogo
La oscuridad lo cubría todo. Se deslizaba por las calles como una condena. Fría, densa, insidiosa. No era la clase de noche que invita a salir a caminar. Pero aún así, ahí estaba yo. Caminando sin rumbo, como si alguien me hubiera robado la voluntad de detenerme.
Cada paso retumbaba en el vacío. Y a pesar de la quietud, había algo que me hacía sentir que no estaba sola. No había nadie, lo sabía. Pero el silencio... el silencio me estaba aplastando.
Me detuve frente a una puerta que no recordaba haber visto antes. Estaba allí, como si hubiera estado esperando por mí. No podía no mirarla. Ni acercarme.
Sentí una presión en el pecho, como si el aire mismo me estuviera restringiendo la respiración. El frío me recorría los huesos, pero no era el frío lo que me helaba. Era la sensación de estar siendo observada.
No quería dar un paso más. Pero lo hice.
La puerta crujió al abrirse, y el aire dentro estaba viciado, opresivo. Como si lo hubiera respirado una y otra vez. Como si ya estuviera marcado por algo más antiguo que yo.
Y ahí estaba él. En las sombras. Tan cerca que sentí su presencia sin siquiera verlo.
"Te estaba esperando", dijo.
Mi corazón latió tan fuerte que pensé que iba a romperse. No le respondí. No podía. No tenía palabras para lo que sentía. Solo el peso de algo que no podía comprender.